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Foto: Diego Lugano, capitan de la celeste, festeja con |
Por Gustavo Rodríguez
Uruguay en la previa era quien mejor llegaba. Eliminó a
En los primeros 10 minutos Uruguay lo arrinconó a Paraguay. Si hasta Villar tuvo que responder más temprano de lo que él se hubiera imaginado. Le sacó un cabezazo espectacular a Diego Lugano; luego en el rebote, Néstor Ortigoza, sobre la línea, le sacó con las manos el gol a Sebastián Coates. Penalazo que vio todo el estadio, menos el brasileño Salvio Fagundes. A los 11 llegó la explosión: Diego Pérez peleó en tres cuartos de cancha, la pelota cayó en los pies de Luís Suárez, quien tras un amague, definió de zurda contra el palo, dejando sin chances al gigantesco Villar.
Suárez estuvo imparable. Ganó todos los mano a mano, de frente, de espaldas, por afuera, por adentro. Lo jugó como hay que jugar una final. Paraguay sólo tuvo dos hombres que entendieran cómo se juegan ésta clase de partidos: Justo Villar y Nélson Haedo Valdez. Pero con ellos no alcanzaba. Los de Oscar Tabárez se comieron la cancha. En cualquier parte del campo donde estuvera la pelota siempre había más camisetas celestes que rayadas
A los 25, Diego Forlán le marcó muy bien el pase al enorme Suárez, quien lo habilitó de manera brillante. Pero Villar le ahogó el grito al rubio delantero. Uruguay era totalmente superior a Paraguay. Sólo faltaba el gol del 10, quien no había convertido en
En el segundo tiempo Paraguay salió a imponer algo que no había impuesto en toda
Paraguay nunca tuvo claridad. Siempre chocó con una pierna uruguaya. Tabárez, lejos de achicarse, mandó a Edinson Cavani a la cancha. Y Uruguay atacó con tres delanteros en los últimos quince minutos de
En el final, cuando todo era fiesta. Sólo hubo tiempo para que Forlán se diera el gusto de meter otro. Cavani para Suárez, que se la bajó de cabeza al hombre del Atlético de Madrid, que definió con un sutil toque de zurda ante la salida de Villar. Golazo.
Uruguay es campeón porque se defendió cuando tuvo que hacerlo; porque atacó a los rivales que debió atacar porque su historia, su camiseta y su calidad de jugadores le demandaba. Podrá gustar o no sus formas, pero dejó demostrado por qué salió cuarto en el Mundial de Sudáfrica y por qué es el mejor de América.